sábado, 31 de julio de 2010

LA JOVEN REPÚBLICA Y LAS PRIMERAS INQUIETUDES EDUCATIVAS

En los primeros años de vida independiente se distinguen por sus inquietudes educativas Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías y el conservador Lucas Alamán. Estos pensadores a pesar de sus divergencias ideológicas y concepción de la forma de gobierno que debería adoptar nuestro país, coincidían en que la instrucción era uno de los más poderosos medios de prosperidad por tanto, la educación no debería concretarse a enseñar a leer y escribir, sino que se hacía necesario dotar a las ciudadanos de una formación moral y política acorde al sistema de gobierno que adoptara nuestra nación. Así pues, es inconcluso que el sistema de gobierno debe estar en absoluta conformidad con los principios de la educación. (Vázquez 1979: 30).

Es a partir de 1833, que Valentín Gómez Farías llega interinamente a la presidencia de la república, cuando el grupo liberal va a imponer su proyecto educativo concentrado en resolver tres graves problemas para la época: primero someter al clero y evitar su injerencia en los asuntos de gobierno; segundo, disolver el ejército conservador y sustituirlo por una Guardia Nacional, y tercero, implantar una reforma educativa.
Podemos considerar que este intento de reforma, aún con sus limitaciones en cuanto a sus alcances, significó el primer intento serio, de darle a la educación la responsabilidad de formar ciudadanos con una ideología que respondiera al sistema político nacional.
La Educación, para su mejor administración, sería dirigida por una Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios Federales y los estados se encargarían de controlar la educación en sus jurisdicciones respectivas quienes delegarían su responsabilidad a los municipios.


Este periodo inmediato a la Independencia, pretende que la educación forme ciudadanos aptos para el ejercicio de la democracia, la defensa del territorio nacional y se fortalezcan los sentimientos nacionalista. Se descubre que se hace necesario que las escuelas incluyan el llamado Catecismo Político y nociones de historia patria; así mismo, encontramos que en este periodo le dan al país un símbolo: la Bandera, que nos identifique y en consecuencia nos distinga de las demás naciones y al final se agrega el Himno Nacional como fortalecimiento del sentimiento patrio. La nación buscaba una identidad, la educación sería la encargada de acentuarla, transmitirla y perpetuarla.

viernes, 30 de julio de 2010

La esencia del hombre: humanismo y solidaridad

Ante los problemas propone Pablo Latapí construir la tolerancia; colocar al prójimo como fundamento de toda obligación moral; rebelarse ante la injusticia; ser fieles, solidarios, compasivos, justos, equitativos, generosos, y llenos de esperanza. Invita a la empatía con el otro; a la promoción de un modelo de pensamiento multidimensional, que enfrente al hombre unidimensional que genera las sociedades altamente tecnificadas como lo planteó Marcuse en la década de los 60; también a la reflexión crítica y honesta; a la tolerancia política; al disfrute de la cultura; al respeto del medio ambiente; a la convivencia armónica; a la confianza recíproca; y a luchar por la igualdad y la dignidad.


Ante esta perspectiva, nos convoca a lo largo de sus escritos que reflejan su pensamiento humanista, a experimentar asombros y esperanzas; a abrirnos a nuevos conocimientos; a ahondar en la conciencia de lo que somos y podemos ser. La esencia o naturaleza del hombre lo lleva a crear un mundo más amable, más seguro, estimulante, generoso y justo en el que pueda darse el encuentro con los demás en relación de confianza y de respeto, y en el que se construyan con entusiasmo los destinos personales y un proyecto de nación convincente y solidario.

Su obra, reflejo de su ser, es no sólo profundamente cristiana, donde el cristianismo es leído desde la lógica de la gracia (entendido como gozo), del compromiso con el otro y con el otro. Llama la atención la profundidad de sus análisis, su compasión por los menos desfavorecidos, la esperanza en una mañana mejor, y su fe en los demás. José Luis Ramírez Romero, profesor-investigador de tiempo completo de la Universidad de Sonora, en una reseña que navega en una página de Internet sobre la obra del doctor Latapí, resalta los siguientes puntos:
Con prosa ligera y agradable, pero con ideas profundas y provocadoras... nos sensibiliza, conmueve, convence, e incita a actuar y a construir un México, una Latinoamérica, un mundo mejor [...] Latapí es alguien que cuestiona, problematiza, incomoda. Es un inconforme y alguien que invita a la reflexión, al diálogo, al abandono de posiciones dogmáticas. Es un soñador que convoca a la generación e impulso de nuevas utopías no sólo posibles y variables sino urgentemente necesarias en un mundo que saturado de globalización, neoliberalismo, y realismo, se ha olvidado de soñar, de imaginar, y de construir un escenario distinto más justo, más humano, más fraterno.


Leer a Pablo Latapí le llena uno de indignación y rebeldía por la forma nítida y clara de cómo te presenta e interpreta la realidad, leerlo le recuerda a uno las ganas de ser bueno y con la sensación de que sí se puede y se debe, intentar cambiar, no sólo el entorno sino también uno mismo. ¡Te invito a leer la obra del doctor Pablo Latapí Sarre!